Artículos y Notas

Haciendo un poco de historia, convengamos que Misiones tuvo su auge en la cría intensiva de aves después de mediados del siglo pasado, (parece tan lejano pero estamos hablando de 1960 /80). AUTOR: MV Raúl Novau

Las primeras líneas de razas avícolas en nuestro país fueron traídas casi todas de Europa y desarrolladas en zonas de producción pecuaria, mencionándose la importante iniciativa en ese sentido del entonces gobierno de Entre Ríos a través del Gral Urquiza al introducir razas inglesas como reproductoras y ponedoras que fomentaron una incipiente y fructífera actividad como complemento de producciones ganaderas. Nuestra provincia, además de poseer una escala periférica en economía dada su situación geográfica, tenía en la cría de aves domésticas un rubro de sustentabilidad de consumo familiar en las chacras agrícolas, que generalmente formaba parte de las dietas de agricultores en aportes de carnes y huevos. Pues el grueso de la actividad misionera estaba centrado en un primer escalón en el segmento extractivo del monte (maderas), luego en la producción yerbatera silvestre e intensiva, en las explotaciones de aserraje y en el cultivo de pinares para la producción pastera. Ese panorama fue cambiando a medida que progresaban las comunicaciones en rutas y puentes con nuestra pampa húmeda, tradicional fuente de producción agropecuaria nacional, y se fue desechando la vía fluvial que hasta ese entonces constituía la médula del intercambio comercial. Fue consolidándose entonces en el hábito en la mesa misionera, la inclusión del híbrido avícola, el pollo parrilllero mediante la propia producción. En forma heterogénea se dedicaban a la crianza de pollos tanto pequeños agricultores y empresarios como cuentapropistas e incluso familias en las adyacencias de sus asentamientos familiares. A medida que se ensanchaba la demanda se fueron implantando galpones de crianza, constituyéndose la actividad en una rama significativa de la economía. Desde Entre Ríos (Crespo, Concepción del Uruguay) se abastecía de los polluelos (BB) y en menor medida desde Reconquista (Sta. Fe) a los criadores, así como también los insumos requeridos como tolvas, bebederos, campanas, alimentos balanceados, vacunas, medicamentos, etc., configurando unidades productivas que multiplicaban redes de almacenaje y transporte, dando aperturas de empleo en un rubro no tradicional en la economía misionera. Incluso, una firma local implementó un laboratorio de diagnóstico en los años setenta, donde mediante muestras se confirmaban enfermedades como ERC (enfermedad respiratoria crónica), colibacilosis, coccidiosis. También la instalación de una incubadora industrial fue un intento en producir, a partir de líneas reproductoras reconocidas, los propios híbridos pero sin resultados económicos satisfactorios. Otro tanto sucedía con la producción de huevos para consumo, casi un paralelo con las aves parrilleras, alcanzando niveles importantes de producción en diferentes localidades de la provincia.

El aumento de la población, y consiguientemente del consumo, permitió que las condiciones para el abastecimiento masivo fuera rentable y se volcaron en el mercado misionero los excedentes de otras provincias, facilitada por mejoramientos en las rutas nacionales y un incremento en el parque de transporte de cargas. La competencia de precios a favor de los productos terminados desde el sur hicieron declinar el andamiaje productivo avícola local pues la conveniencia económica era significativa, limitándose la actividad a la concentración en cámaras frigoríficas y distribución comercial. Por deducción, el servicio de asesoramiento de los colegas que se dedicaban a esta especialidad también sufrieron los vaivenes enunciados, instalándose en servicios agropecuarios privados o en estamentos estatales.