Desde hace algunos años, investigadores llevan adelante estudios y ensayos para lograr alimentos balanceados para animales que incluyan subproductos de la industria agrícola local, es decir, lo que no se utiliza de los productos cosechados. Buscan reducir costos en la alimentación animal y evitar la contaminación ambiental que generan esos desechos.
Investigadores de la cátedra de Zootecnia de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo lleva varios años haciendo estos estudios y pudieron establecer que la chala de ajo y el orujo de tomate, dos de los subproductos con los que trabajaron, funcionan muy bien en los conejos del criadero del INTA EEA Luján de Cuyo, animales que utilizan para hacer las pruebas.
El objetivo es que a partir de estos estudios nutricionales se logre bajar costos en la alimentación tanto de conejos como de rumiantes y, a la par, evitar la contaminación ambiental que estos productos generan como desechos de la agroindustria.
Además de chala de ajo y orujo de tomate, los profesionales trabajaron con orujo de uva, capote de almendras y subproductos de la industria olivícola, entre otros. “Nosotros lo probamos básicamente en conejos porque son animales pequeños, fáciles de evaluar y medir. Si funciona, lo trasladamos a campo donde lo probamos en animales de gran tamaño”, señala a Argentina Investiga la veterinaria Silvia Van den Bosch, quien participa del estudio junto a Gaby Quagliariello desde el INTA.
Los investigadores trabajan con la variedad de conejo “neozelandés” luego del destete. En el criadero colocan dos grupos de animales y los alimentan con dos dietas diferentes: uno con la tradicional, y otro con la dieta “problema”, alimentos balanceados que incluyen algún subproducto de la agroindustria. Luego, realizan un análisis de digestibilidad a partir de la comparación de cuánto comió cada animal y cuánto defecó, lo que les permite saber qué subproducto se digirió mejor y, por ende, cumple con el objetivo buscado.
“Analizamos cómo es el comportamiento digestivo de esa sustancia en el tracto digestivo del conejo y luego vemos si es económicamente viable, porque los subproductos no son sustancias muy ricas en nutrientes, por lo general son restos. A veces es más caro ir a buscarlo y traerlo donde están los animales”, aclara Van den Bosch y detalla que los mejores resultados (“nuestra vedette”, la llama) los lograron con la chala de ajo.
Un segundo análisis que hacen consiste en la llamada “prueba de performance productiva”: colocan los dos grupos de conejos y estudian cuánto crecen y engordan cada uno durante una crianza completa (70 a 90 días desde el destete). “Después analizamos la carcasa, la res del animal, porque estos productos pueden dejar rastros en la carne del animal”, dice la investigadora. Para evitar los sabores indeseados (como el olor a ajo) se realizan pruebas de degustación a nivel científico, un test que les permitió conocer que la chala de ajo y el orujo de tomate no dejan rastros en la carne de los conejos.
“Hay otro limitante que tienen los subproductos a nivel mundial
-continúa la investigadora- y es que cuando se formulan las dietas balanceadas sólo reemplazan parte de esa dieta, por ejemplo, parte de la alfalfa con chala de ajo”. La veterinaria también amplía otra dificultad que se encuentra en sus estudios: “La alfalfa, por ejemplo, ya está categorizada: vas a una tabla y tiene tanto de hidratos de carbono, tanto de proteínas, tanto de energía…, todo tabulado. Pero en los subproductos, como los restos, no son constantes esos valores para balancear la dieta, entonces, nuestra mayor dificultad es no tener una materia prima bien categorizada”.
Igualmente, la investigación avanza luego de completar la etapa de análisis nutricional. Ahora, analizan sistemas de conservación de los subproductos, porque -como es sabido- están disponibles en distintas etapas del año según los períodos de cosecha de cada uno. “Ahora tenemos orujo de tomate, y hay que conservarlo para que no se fermente ni se llene de toxinas o de hongos. Estamos viendo técnicas de conservación en grandes volúmenes a costos adecuados”, explica Van den Bosch.
En este desarrollo científico es muy importante la transferencia al sector productivo, es decir, a los criadores y ganaderos. Ahí es donde entra el INTA que, por ejemplo, asesora a criaderos cunícolas (conejos) de Mendoza en la fabricación de alimento balanceado. Respecto de los bovinos, los profesionales integran un clúster de producción vacuna en zonas áridas, con el que se pretende trabajar en técnicas de ensilaje de grandes volúmenes de subproductos para conservarlos más tiempo.
Prensa UNCuyo
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Universidad Nacional de Cuyo
Fuente: http://argentinainvestiga.edu.ar
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