Un grupo de investigadores del Centro de Ciencias Marinas y Ambientales (MARE), un centro conjunto de seis universidades portuguesas, entre ellas la de Coimbra, analiza el papel de las aves marinas en los ecosistemas marinos con el fin de desarrollar herramientas que ayuden a la conservación de los océanos. Este grupo, dirigido por el profesor Jaime Ramos, utiliza las aves marinas como modelo de estudio ya que el acceso a estos animales es relativamente fácil respecto a otros como los peces o las ballenas.
El uso de las aves marinas tiene numerosas ventajas tanto para validar teorías como para aplicaciones prácticas e inmediatas. Para ello, el grupo utiliza tecnología punta como localizadores GPS y el análisis de isótopos estables para comprobar dónde van estas aves y qué comen. Esto permite comprobar la salud de los ecosistemas y sus cambios a lo largo del tiempo debido, por ejemplo, a factores ambientales como el cambio climático o la sobrepesca.
Uno de los investigadores del grupo, Filipe Rafael Ceia, explica que las aves marinas “son quizás uno de los depredadores marinos superiores más accesibles, ya que no están constantemente en el agua como los peces y tienen que ir necesariamente a la tierra para reproducirse, lo que facilita enormemente su estudio” y además “pueden cubrir grandes áreas del mar en busca de comida en un tiempo relativamente corto, siendo excelentes herramientas de muestreo”.
Por otro lado, las aves marinas son consideradas especies “paraguas”, es decir, para conservar determinadas especies es necesario conservar también los recursos de los que dependen, normalmente diversas especies que se encuentran más abajo en la cadena alimentaria como peces, calamares o crustáceos, de los cuáles también depende en buena medida el hombre.
“Las aves marinas nos proporcionan buenas pistas sobre la salud de los recursos marinos de los que tanto ellas como nosotros dependemos. De cara a los grandes desafíos a los que nos enfrentamos hoy en día, como el cambio climático o la sobrepesca, las aves marinas pueden ayudar a comprender mejor lo que está pasando en los océanos, ya que son ellos los primeros que sienten sus consecuencias”, detalla.
Especialización individual
Desde 2010, en el marco de su tesis doctoral, Filipe Ceia estudia las aves marinas como bioindicadores. Su trabajo consistió en indagar estas aves a nivel de individuo para determinar sus preferencias individuales y la consiguiente especialización en la explotación de los recursos.
“Mediante el estudio de la ecología alimentaria podemos comprender mejor los efectos del cambio climático o la sobrepesca y minimizar sus impactos a través de una buena gestión. A través de dispositivos GPS y el análisis de los isótopos estables, hemos analizado a fondo su comportamiento y su dieta, siguiendo en detalle los viajes que las aves realizan en busca de alimento en el mar y conociendo lo que comen y en qué proporciones”, precisa el investigador. Durante la tesis doctoral el investigador desarrolló la teoría de la existencia de especialización individual en varias especies de aves marinas como albatros, pardelas y gaviotas. Según este planteamiento, los individuos de una población pueden especializarse en determinados recursos y tener preferencias individuales tanto en la dieta y como los lugares a donde van a pescar.
“Lo mismo ocurre con las personas, es decir, no a todos les gusta el pescado, no a todos les gusta la carne y hay personas que le gusta ir de compras en centros comerciales mientras que otros prefieren las empresas locales. Estos resultados tienen fuertes implicaciones en la conservación de los océanos, ya que permiten mejorar las herramientas de gestión. Por ejemplo, ayudan a controlar las poblaciones de peces de forma más sostenible y a identificar las zonas más ricas en biodiversidad y, por tanto, susceptibles de ser transformadas en áreas marinas protegidas”, concluye.
Próximos pasos
En la actualidad, el grupo de investigación está inmerso en un proyecto en el que se utilizan las aves marinas como “muestreadoras” naturales del océano, con el objetivo de construir un mapa isotópico de la superficie del Océano Atlántico. El objetivo es que en el futuro este mapa permita seguir y localizar no sólo a las aves marinas, sino también a todos los animales marinos con una sola toma de muestras. Es decir, “con un simple análisis de isótopos estables, por ejemplo, de una sardina, será posible conocer la zona donde se estaba alimentando antes y por lo tanto construir rutas migratorias y zonas de alimentación que permitan una gestión mucho más eficiente de los recursos marinos”.
Fuente: Ecoticias
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