Desde el INTA reconocen que el engorde pastoril es una estrategia productiva que permite dar respuesta a las nuevas exigencias de la sociedad. Cuáles son las pautas de bienestar animal y sustentabilidad para lograr un producto final diferenciado, más saludable y nutritivo.
Desde hace algún tiempo, los criterios de consumo están cambiando de la mano de nuevos valores en la sociedad. Por ejemplo, aspectos como el bienestar animal y la sustentabilidad comienzan a ser un aspecto a considerar, así como la calidad del producto que se va a consumir con una mayor preferencia a los más saludables y nutritivos.
Estas motivaciones de los consumidores impulsan a estrategias tales como la producción de carne a pasto. Desde el INTA reconocen su potencial y no dudan en asegurar que se trata de una alternativa sustentable, saludable para los consumidores y rentable para los productores.
Para Sebastián Lagrange –especialista en producción animal del INTA Bordenave, Buenos Aires–, “la realidad del mercado nacional y regional muestra una clara tendencia a estimular la producción y consumo de carnes producidas con altos niveles de suplementación energética en las etapas de terminación”.
Y, esta línea, ponderó las propiedades de la carne a pasto, que se caracteriza por presentar en algunos casos un color mas oscuro y grasa de tonalidad mas amarilla que la carne de feedlots. Cuando aparecen tonalidades amarillas en las grasas se debe al mayor contenido de vitaminas antioxidantes como la vitamina E y b-carotenos. Y la carne –detalló Lagrange– se diferencia de la obtenida mediante sistemas de engorde a corral por “tener niveles de ácidos grasos omega 3 entre dos y seis veces más altos, y alto contenido de acido linoleico conjugado (CLA), con amplios beneficios en la prevención y el tratamiento de enfermedades cardiovasculares”.
Con respecto al sistema de producción, destacó los beneficios ambientales: “El engorde a pasto es una alternativa con gran potencial para aumentar el secuestro de carbono orgánico en el suelo cuando este sistema es manejado con técnicas de pastoreo regenerativo”.
Es que, según explicó el profesional, el pisoteo animal ayuda a incorporar al suelo la bosta y otros residuos orgánicos en descomposición. “Esto se transforma en humus, lo que promueve el crecimiento de las raíces de las plantas, la retención de agua y el desarrollo de microorganismos, al tiempo que contribuye a reducir los niveles de dióxido de carbono atmosférico y compensa los gases emitidos por los animales”, explicó.
Los rumiantes como las vacas y las ovejas, tienen la capacidad de obtener la energía requerida de la celulosa de los forrajes, sin la necesidad de recurrir al consumo de granos. A su vez, no dudó en confirmar que “el uso de leguminosas forrajeras en los sistemas de engorde pastoril incrementa el consumo y las ganancias de peso en los animales comparado con el pastoreo de gramíneas.
Además, mejora la terminación de los animales, el rendimiento en res y el marmóreo de la carne, a niveles comparables a los obtenidos en los programas de engorde a corral. Como ventaja adicional, las leguminosas tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico al suelo, lo que lleva a un menor uso de fertilizantes nitrogenados y un ahorro para el productor.
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