Si ha existido una auténtica revolución dentro de la profesión en el último siglo ha sido, sin lugar a dudas, la que han protagonizado las mujeres con su incorporación masiva y en un escaso número de años, a las facultades y posteriormente al mundo de la Veterinaria profesional.
La incorporación de la mujer a las Facultades de Veterinaria ha sido lenta, tardía y problemática en sus comienzos.
La inclusión de la mujer en la sociedad ha sido un proceso largo y trabajoso, que aún continúa desarrollándose. La ciencia no ha sido ni es la excepción, ya que la discriminación de género ha estado presente en todos los campos y niveles sociales, en forma más o menos explícita. A comienzos del siglo XX, las primeras alumnas en llegar al nivel universitario se encontraron con un ambiente masculino, nada habituado a su presencia en el ámbito académico.
El avance social, sociológico, religioso y hasta jurídico de las sociedad ha contribuido a que la mujer haya alcanzado la lógica equidad en el tratamiento, pasando del estado primitivo de sometimiento a la potestad del hombre, bajo condición servil o bajo tutela, a una fase intermedia de sólo limitaciones legales, hasta el moderno status de igualdad en el que, sin embargo, persisten vestigios de discriminación y menosprecio. No obstante, ha sido la misma mujer, con la fuerza de su trabajo, el estudio y las múltiples demostraciones de capacidad intelectual y hasta física, la que ha logrado vencer los obstáculos sociales y posicionarse en los ámbitos otrora reservados al hombre y, en ocasiones, hoy con mucha frecuencia, ocupar lugares a la vanguardia del protagonismo de la vida contemporánea.
En el caso de las Ciencias Veterinarias, desde la era helénica, la veterinaria se atrincheró como un monopolio masculino. Las mujeres tenían vetada su asistencia a la universidad. Tales negativas se basaban en argumentos chauvinistas que expresaban que:
“La constitución femenina no estaba diseñada para la educación superior dominadas por su útero u ovarios, el lugar de la mujer estaba en el hogar como esposa y madre.”
Este argumento signó el rechazo de la mujer en las actividades de medicina animal en donde, por muchos años, se adjudicó sólo al sexo masculino la capacidad de dominar a las bestias y trabajar con ellas. En contrapartida, y en un cambio considerado trascendente en la historia de desigualdades que muestran las ciencias, en la Medicina Veterinaria, al igual que en otras profesiones biomédicas que tradicionalmente fueron dominadas por los hombres, se ha observado un aumento paulatino y significativo de la participación de la mujer en el estudio y la práctica profesional; participación que para algunos autores cambia las características, el perfil y la visión de la carrera.
Para todas ellas, que con trabajo y esfuerzo diario han logrado abrirse camino abrazando la Profesión Veterinaria va nuestro más sincero y humilde homenaje.
Consejo Veterinario del Chaco. Argentina.
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